-ME SORPRENDO DE MÍ A VECES- Se dijo en voz alta- Mis
pocas ganas de seguir viviendo, son sorprendentes.
¿Por qué así? ¿Por qué dejamos de sonreír para
convertirnos en esto? Dejamos de intentar salir del pozo, y sin embargo nos
hundimos más y más. Simplemente, se rindió y odiaba ser tan débil.
Simplemente dejó de comer, ansió desaparecer, ¿era
mucho? Se cansó, la situación la supero, eso era todo.
Se cansó de todo, era muy simple, se cansó de ella,
de su alrededor, invitó a pocas personas a su burbuja privada y no quería que
salgan y a una la estaba perdiendo.
Quería morirse y que nadie las moleste más, ¿para qué
tenía objeto a veces estar vivo? LA PERSEGUÍAN, SÍ.
La perseguían los gritos, los intentos frustrados de
terminar con todos, sus intentos no validos de hacer algo bien, sus intentos
que terminaban en un inodoro y supuestamente intentaba salir, todo lo que hacía la llevaría a un mismo punto, la
muerte, y le daba miedo, muchísimo miedo.
Quería pararlo pero no sabía como.
A veces escribía un “Buenas noches, Valen” y le daba
miedo, muchísimo miedo que al otro día ella ya no este, que Valen se haya ido,
a veces escribía un: “Buen día mi amor” y tenía miedo, de no estar para saber
la respuestas.
Tenía cicatrices en los brazos y estaba cada vez más
perdida.
Los días pasan, y cada vez costaba más aprender a
quererse, aprender a comer, aprender a no llorar, las peleas aumentaban, quería
verlo todo el tiempo, pero él tenía otras cosas, siempre encontraba un tiempo
para verla, para hacerle cosquillas para pelearla y quererla al mismo tiempo.
Escribir sobre esto era como pensar en la idea “El
amor feliz no tiene literatura”.
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